Hoy es mi cumpleaños, ojalá me envíen un poco de amor aquí.

En una pequeña ciudad, había un perro llamado Max. Max era un perro amigable y juguetón, siempre buscando la compañía y el afecto de los humanos. Sin embargo, su vida no siempre fue fácil. Max era un perro sin hogar, y aunque era cariñoso y leal, la mayoría de las personas pasaban de largo sin prestarle atención.

Un día, llegó su cumpleaños. Max, sin saber exactamente qué significaba ese día, solo sentía un deseo profundo de ser amado y cuidado. Mientras el sol se alzaba, Max caminaba por las calles con la esperanza de encontrar alguien que le diera un poco de cariño. Se acercaba a los transeúntes moviendo la cola y mostrando su mejor sonrisa perruna, pero la mayoría de las personas estaban demasiado ocupadas con sus propios asuntos para notarlo.

A medida que pasaba el día, la esperanza de Max se desvanecía. Se acurrucó en su rincón habitual, sintiendo una profunda tristeza. Era su cumpleaños y, una vez más, no había recibido ni una caricia ni una palabra amable. La soledad se hacía más pesada en días como ese, cuando el anhelo de afecto se volvía más intenso. Aunque Max no entendía el concepto de cumpleaños, sentía en su corazón la falta de amor y compañía. Su deseo más grande era encontrar un hogar donde pudiera ser querido y cuidado, un lugar donde sus días de tristeza se convirtieran en recuerdos lejanos.

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