Un perro de 10 meses llamado Duke fue encadenado a un camión viejo y abandonado a su suerte porque su dueño ya no lo quería.
Tras la enfermedad de Duke, su dueño empezó a difundir rumores crueles, diciendo que la tos constante era señal de que estaba “enfermo” e “intocable”. En lugar de buscar ayuda o mostrar compasión, lo pintaron como algo temible: dañado, contagioso y ya no digno de amor. Los rumores crecieron, y pronto la gente empezó a evitarlo, no por preocupación, sino por un asco infundado. El perro, antes amado y que había conocido el cariño, ahora era visto como una carga, exiliado por el miedo y la ignorancia.

Afortunadamente, una mujer compasiva se negó a creer las mentiras. Contactó al Rescate Canino de la Calle Rudozem, con la esperanza de que no fuera demasiado tarde. Sin dudarlo, el equipo de rescate respondió, decidido a darle a Duke la segunda oportunidad que merecía. Llegaron justo a tiempo, interviniendo para salvar una vida que otros ya habían perdido.
Resulta que el perro llevaba 10 días encadenado a la camioneta y que su anterior dueño le había roto las patas. Estaba cubierto de sus propias heces, tenía pulgas por todo el cuerpo y estaba extremadamente desnutrido.
“Fue un verdadero shock cuando el veterinario dijo que se trataba de un traumatismo en las patas”, cuenta Rowles. “Evidentemente, estaban rotas. Tenía las patas destrozadas. No tenía ligamentos en las patas. Solo tenía huesos flotando en sus pies”.
Cuando llegó Tony Rowles, cofundador del grupo, no podía creer que alguien pudiera tratar a un animal de esa manera: “Estaba muy asustado”, dice Rowles. “Había un hedor a amoníaco. No podía moverse. Era totalmente abrumador”.
En lugar de llevar a Duke al refugio, que ya estaba abarrotado, Tony tomó una decisión sincera: se lo llevó a casa. Con cariño, presentó al perro enfermo a su propia familia peluda, ofreciéndole no solo un lugar seguro para recuperarse, sino también un sentido de pertenencia. Rodeado de la amabilidad y el tranquilo consuelo de otros animales, Duke comenzó a comprender que no todos los humanos lo veían como alguien destrozado.
“Al principio, se portó bien cuando me acerqué a él. Pero se notaba el miedo en cómo se movía y cómo se alejaba durante las primeras semanas”, dice Rowles. “Realmente se encariñó con mi esposa, Diane. La adoraba”.
Después de ser operado para arreglarle las patas y saber lo que se siente el amor, el cachorro fue adoptado por la mujer más amable de Inglaterra.

Son historias como ésta las que me hacen apreciar todas las organizaciones de rescate y la ayuda que brindan a los animales necesitados.




